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Mientras crece una inquietud sobre la posición del sujeto en el dispositivo escénico, la práctica coreográfica busca maneras de reposicionarse. Enmarcados por este contexto, 6 artistas convocados por Anabella Pareja, proponen, en Escenas (in)útiles un curioso experimento escénico en el que invitan al espectador a compartir con ellos la responsabilidad de los sucesos que ahí acontecen. Todos tuvieron un mes para crear una pieza corta.
Con Momento Atlántida después. De cómo la célula cambió contemporánea, Hunab Ku Mata Caro inicia estableciendo una temporalidad particular llena de contención y detalle, en la que deja claro que la velada no será una mera complacencia. Y donde Hunab Ku Mata Caro opta por el cuerpo observado, Magdalena Leite voltea a ver al espectador al plantear la reconstrucción de una obra que ella nunca vio. Además del tema de la autoría, se revierte aquí la mirada del espectador. El intérprete deja de ser el único objeto visto, y se convierte en el que mira. En esta misma línea, Juan Francisco Maldonado, con Artist Talk, nos comparte un fragmento de autorretrato. Así, se convierte en ese artista cuyas respuestas alcanzan el sarcasmo genial, y cuyo ego llega a ser francamente insoportable. Mientras nos habla mirándonos a los ojos, nos hace dudar de si está hablando de él, o de todo eso (y todos esos) que lo construyen. Aparecen por ahí referentes como Juan Domínguez, David Bowie y Francis Bacon, entre otros, mientras se lanza en una revisión del concepto de presencia, del cuerpo-imagen, del cuerpo como rizoma. Toca el turno de la anfitriona Anabella Pareja quien nos dice abiertamente: “Yo quiero hacer una película de acción” (consigna que a la vez da título a su pieza). Sin duda un experimento que puede dar más. Es el momento clave de la noche para presenciar una fisicalidad que se agradece, llena de ritmo, humor y algo de ficción. Barbara Foulkes hace una escena corta en la que transita por la ciudad contando el tiempo en gestos. Lo que sorprende con Archivo de una práctica o 26-6, es la manera en que se devela el proceso de creación, con absoluta sencillez. Y finalmente, toca al público ponerse un vestuario… Leo Martins, en Yo sólo podría creer en un Dios que sepa bailar, nos provee de lentes de 3ª dimensión y nos convierte directamente en intérpretes. Un bailarín y una bailarina, nos miran viendo un video con lentes rectangulares azules y rojos, mientras realizan acciones articuladas con la imagen. ¿Un desprendimiento?
Lo que se desprendió esa noche fueron danzas que dejaron a la vista elementos de construcción de la escena. José A. Sánchez tal vez diría que en este combo se expresa un rechazo de lo espectacular que nos invita a pensar en la recuperación de un cuerpo discursivo.
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